Vivimos tiempos inciertos, a nivel individual y colectivo, y eso nos desconcierta, nos angustia y, en cierta medida, nos paraliza. Quien más y quién menos está acostumbrado a llevar una vida planificada, tanto nivel personal como profesional. Organizamos nuestra agenda a días, semanas e incluso a meses vista. Tenemos unas rutinas que nos tranquilizan porque nos alejan del caos: los niños al cole, nosotros a la oficina, el sábado compra, el domingo excursión... A tal hora reunión con el jefe, a tal otra gimnasio, tal día comida familiar, en Semana Santa escapada a... lo que llamamos ZONA DE CONFORT; ahora la pandemia y las medidas destinadas a contenerla dinamitan toda esa organización. Es más, no sólo ponen en jaque toda la planificación que teníamos sino que prácticamente imposibilitan hacer otra.
No tener respuestas inmediatas, tener que esperar a que algo se resuelva, nos crea ansiedad. Pero la realidad es que cuando las situaciones que creíamos controladas se convierten en imprevistos podemos angustiarnos y frustrarnos, pero también podemos ADAPTARNOS.
Claro que aceptar lo imprevisible supone un esfuerzo psicológico para muchas personas, y por eso vale la pena atender a algunas pautas que dan los expertos para lidiar mejor con la incertidumbre.
1) Reconocer la emoción y su función
Lo primero que hemos de hacer es entender que la incertidumbre es una reacción normal y adaptativa ante una situación imprevista, y que tiene utilidad, que es una emoción que nos va a ayudar a poner en marcha planes de acción para reducir esa situación incierta. Impacta en el área del miedo, una emoción muy básica y muy contagiosa para la genéticamente estamos predeterminados; hay una base psicofisiológica, nuestro cuerpo está preparado para actuar así, para que si percibe una señal del peligro, vaya a por todas, reaccione con el todo o nada. En esa reacción automática el cerebro no distingue si hemos de protegernos del virus de la gripe o de una catástrofe nuclear, de modo que hemos de ser nosotros quienes mediemos en la respuesta para hacerla más racional.
El miedo y la incertidumbre es una reacción normal y adaptativa; se trata de darle una respuesta racional, sin sobrerreacionar.
2) Limitar el consumo de información para no caer en el t
Centrarse en el ahora
Hemos de centrarnos en resolver lo que ocurre ahora y no tratar de resolver lo que tememos que vaya a ocurrir en el futuro; desde el presente es desde donde podemos actuar, desde donde está lo posible momento a momento. No se trata de vivir el presente con una actitud contemplativa, sino de centrarnos en lo que realmente está a nuestro alcance en cada situación, en hacer cosas útiles. El presente desangustia sí nos permite pasar a la acción.
Planificar objetivos y acciones concretas, sobre todo dirigidas al autocuidado, puede mejorar nuestro sentimiento de autoeficacia y autoconfianza ante la incertidumbre.
3) Desdramatizar y No Anticipar.
Asumir el miedo y la incertidumbre: es normal que nos preocupemos por lo que va a pasar la semana que viene o la próxima. “Pero preocuparnos no es dramatizar, y dramatizamos cuando empezamos a generar pensamientos negativos o exagerados sobre las consecuencias no deseadas que pueden llegar a venir”.
4) No confundir planificación con control
La planificación ha de ser una herramienta flexible para adaptarla según evolucionen las circunstancias, que nos permita adaptarnos según vaya evolucionando la situación, porque si la tomamos como una forma de control puede alentar más nuestra angustia. “Se trata de crear un plan de acción en función de las circunstancias actuales, sabiendo que si mañana cambia la situación, con la experiencia de mi plan actual podré crear otro para adaptarme”.
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