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Alejandro Amigo (Psicólogo)

ADOLESCENTES REBELDES: UNA GUÍA PARA PADRES EN APUROS.


ALEJANDRO AMIGO PSICOLOGO OVIEDO

Con frecuencia escuchamos la queja de padres sorprendidos y desilusionados, en la mayoría de los casos sin saber cómo actuar frente a quienes antes eran sus niños y ahora son unos jóvenes silenciosos, rebeldes, enfadados, cuestionadores, quienes nos retan, e incluso a veces nos ven como al enemigo.

La adolescencia es una etapa complicada y como padres es normal que nos podamos ver un poco desbordados. Aunque hayamos leído sobre el tema, y a pesar de poner el mejor de los empeños posibles para informarnos, cuando llega el momento en que nuestro hijo es adolescente podemos sufrir ansiedad al tener que afrontar esta nueva situación.

El enfoque está en lo que nosotros podemos hacer, lo que está en nuestra manos, no en quejarnos de sus actitudes y tratar de modificarlas, lo cual solo trae frustración, pues nadie puede cambiar al otro de la noche a la mañana.

En cambio, si yo transformo mis actitudes y me hago más consciente, estoy dando el primer paso. Aclaro que esto no significa abandonar los límites y las consecuencias que son necesarias y serían tema de otra reflexión.

Seis consejos para mejorar la comunicación con hijos adolescentes

Para intentar dotar de herramientas útiles a los padres que tengan problemas de convivencia con su hijo adolescente, propongo una serie de puntos que nos permitirán sentar las bases de una mejor comunicación e interacción con ellos.

1. Desvinculo mi historia personal de la suya

Como padres, debemos ser capaces de desvincular nuestra historia personal de la de nuestro hijo adolescente, desvinculando lo que es nuestro de lo que es de él, evitando así hacerle cargar con una mochila de presión añadida. Es vital que logremos comprenderlo tal como es y que nos responsabilicemos de nuestra propia vida, y dejemos que él recorra su camino. Como padres tenemos que intentar facilitar que el hijo adolescente desarrolle su vida con independencia y viviendo sus propias experiencias. Esto hará que aprenda por sí mismo y se adapte mejor al entorno social. No es preciso, pues, que como padres añadamos ansiedad o miedos a los hijos.

2. Evito compararlo con los demás

Nuestro hijo adolescente tiene derecho a recorrer su camino en la vida de acuerdo a sus preferencias y sus decisiones propias, y los padres debemos apoyarlo y respetarlo para que sea capaz de abordar con éxito sus propias experiencias. Poner etiquetas a sus preferencias personales o compararle con otras personas no solo no le estimula a mejorar sino que puede suponerle una pesada carga para su autoconcepto. Debemos ser capaces de hacer un esfuerzo constante por respetar su forma de ser, incluso en el caso que como padres pensemos que su actitud no es la más adecuada. Esto implica no desear que nuestro hijo se parezca a otra persona, comparándolo constantemente con aquel compañero de instituto que saca mejores notas, o cualquier otra reflexión que pueda mermar su autoestima.

3. Entiendo sus pautas de socialización

Aquí es donde entra nuestra capacidad como padres para mostrarnos flexibles y positivos. Mientras nuestro hijo muestre un comportamiento respetuoso y cordial, no es necesario que lo presionemos para que se socialice en base a nuestros estándares ni los del entorno cercano. Los padres que están constantemente preocupados por si sus hijos "les dejan mal" delante de otras personas, simplemente actúan en base a unos parámetros rígidos y convencionalistas de socialización. Demostrar a nuestro hijo que nos importa mucho lo que piensen de nosotros (a través de su actitud, para más inri) es una forma de transmitirle que sentimos vergüenza de él. Pelear para que actúe como nosotros queremos que actúe solo provocará que la relación se desgaste y para que el adolescente no logre adaptarse libremente al entorno social.

4. Cuidado con la idea de “que él logre lo que yo no hice”

Nuestras expectativas personales con respecto a lo que queremos que nuestro hijo adolescente sea en el futuro pueden ser muy limitantes para su desarrollo personal. Debemos entender cuáles son nuestras auténticas motivaciones respecto al futuro de nuestro hijo, y a partir de ahí decidir cuan exigentes debemos ser con él. En cualquier caso, hay que evitar que recaiga sobre él el peso de nuestras expectativas y deseos. Nuestros deseos y reflexiones sobre lo que hemos conseguido en la vida o lo que queremos conseguir son personales e intransferibles, y no es correcto que traslademos estos anhelos a nuestros hijos. Ellos deben recorrer su propio camino y luchar por sus objetivos.

5. Cada uno debe aprender de sus errores

La mayoría de padres no somos capaces de reconocer que nos sentimos validados y calificados a través de nuestros hijos. Y, aunque cueste reconocerlo, es el primer paso para comprender muchas cosas y mejorar nuestra relación con ellos. Si nuestro hijo se equivoca, deberá asumir sus consecuencias, aunque eso nos duela y nos sintamos en el deber de socorrerle. Estaremos siempre ahí para darles el apoyo necesario, pero los hijos necesitan que les otorguemos el espacio necesario para cometer estos errores que les van a permitir aprender, tomar conciencia sobre sus responsabilidades en la vida y madurar.

6. Las emociones no me deben boicotear

La auto-observación debe ser un pilar fundamental en nuestra reflexión sobre las actitudes y medidas que tomamos como padres. Debemos intentar ver un poco más allá de lo tangible e identificar nuestras emociones y sentimientos. De este modo, cuando nos sintamos bloqueados o angustiados, podremos reflexionar y detectar qué estamos sintiendo, y cómo gestionar esa emoción. Lograr que la auto-observación sea un hábito en nuestra cotidianidad es de especial utilidad en la interacción con hijos adolescentes, sobre todo para identificar cuando nos ponen a prueba y mostrar una actitud asertiva y relajada, y por tanto controlar la situación. De este modo podremos actuar de la manera que pensemos que es más precisa y necesaria, y no desde la reactividad o desde la ira.

Debemos comprender que los adolescentes necesitan despegarse de la protección paternal y empezar a ser independientes para convertirse, en un futuro próximo, en adultos responsables y con sus propias metas en la vida.


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